Esposa de un Despiadado Jefe Mafia

Capítulo 2

—¡Cariño, por fin has vuelto!

Una mujer perfectamente arreglada corrió hacia mi esposo y se colgó de su cuello ni bien entramos a la villa. Ella me ignoró completamente al inicio, pero, cuando pasaron a mi costado, volteó el rostro para sonreírme burlonamente. Mantuve la compostura a duras penas para luego correr escaleras arriba en el momento en que desaparecieron detrás de la puerta de su habitación. Una vez en la seguridad de mi propio dormitorio me dejé caer al piso con las manos cubriendo mi rostro. Ni una sola lágrima cayó, pero mi corazón no podía soportar el inmenso dolor, me hice un ovillo, tapándome los oídos, y cerré los ojos para encontrar asilo en mi mente al mismo tiempo que los gemidos comenzaron a resonar entre las paredes. 

***

—¡Señora! —resonó una voz mientras alguien me tocaba suavemente el hombro. Me senté con los ojos somnolientos y me di cuenta de que pasé la noche en el suelo. 

—Señora, ¿está bien? —me preguntó Manang, la ama de llaves, con preocupación. Honestamente, no sé que hubiera hecho sin ella, era la única que se preocupa por mí en esta casa. 

—Estoy bien, Manang, no te preocupes. Estaba tan cansada ayer que me quedé dormida sin darme cuenta, ¿qué hora es? —le pregunté mientras me levantaba del suelo y trataba de sonreírle. 

—Las diez de la mañana, señora. Como no había escuchado de usted, vine a decirle que el desayuno está listo, no vaya a estar con hambre.

—¿Todavía sigue ella con él? —inquirí después de una pausa y ella me miró con pena. 

—No, señora, el señor está solo, hizo que uno de sus guardaespaldas la botara a patadas —respondió, dejando ver en su rostro lo disgustada que también estaba por la situación. Sabía que Manang estaba mintiendo para hacerme sentir mejor. 

—Señora, ¿por qué no se divorcia del señor? Tiene el dinero y la belleza para poder encontrar a alguien mucho mejor rápidamente —me dijo con el ceño fruncido, y es algo que había considerado innumerables veces, pero nunca lograba concretarlo porque prefería sufrir en su presencia que soportar una vida sin él. La agarré de la mano mientras le daba unas palmaditas.

—Todo está bien, vamos, baja primero y yo te sigo en un minuto —le expliqué con otra sonrisa forzada y ella se fue negando con la cabeza. Volteé a verme en el espejo, pero la imagen de una mujer demacrada fue la que me saludó, suspiré por lo bajo a la par que agarré una toalla para arreglarme. A pesar de todo, quería verme bien para él. 

Después de terminar de maquillarme, otra mujer fue la que apareció frente a mí. Me cercioré de que no hubiera rastro alguno del cansancio de ayer antes de salir y abrí la puerta con una sonrisa radiante. Mi rostro se congeló cuando me encontré con mi esposo vestido con solo unos bóxers en el pasillo, debió haber acabado de ducharse porque su piel sigue húmeda y unas gotas se deslizaban por su pecho. 

—¿Te gusta lo que ves? —se burló de mí, su voz llena de desdén. Me sonrojé y escapé lo más rápido posible porque sabía que si me quedaba solo continuaría torturándome.

Llegué al comedor con el corazón a punto de salírseme del pecho, me senté dispuesta a comenzar con el desayuno pero de repente recordé a la mujer de ayer, y mi boca se tornó agria. 

—¿No te gusta la comida? —me preguntó Valjerome antes de sentarse y observar los diversos manjares que nos habían preparado. Afortunadamente, vi que estaba vestido con una camisa blanca y un par de jeans descoloridos. Me dieron celos lo bien que se veía con cualquier cosa. Mi esposo era un hombre tan guapo que estaba segura que podríamos asegurar su rostro. 

Bajé la mirada hacia el plato que todavía seguía vacío y comencé a llenarlo con pasta para no dejarlo ver mi deseo. Mi esposo odiaba cualquier emoción, y si me viera expresar alguna, estaba segura de que me castigaría alejándome aún más de él. 

—No, cómo va a ser, todo lo que Manang cocina es una delicia —exclamé con una risita nerviosa, para luego proceder a terminar el plato en tiempo récord. Valjerome dejó escapar un bufido ante mis acciones, pero lo ignoré, no valía la pena prestarle atención. 

—Hoy es el aniversario de mis padres, harán una fiesta de disfraces y nos han invitado —dijo y asentí sin mirarlo a los ojos. Cualquier persona que nos viera nunca pensaría que estábamos casados porque actuábamos como unos completos desconocidos. 

—Haré que te lleven el vestido que compré para la ocasión —continuó mientras se limpiaba los labios con una servilleta, le respondí con un movimiento de la cabeza luego de terminar mi vaso de agua. Me levanté de la mesa, pero antes de irme, me volteé y me apoyé lánguidamente sobre el borde de la silla. 

—¿Vas a fingir de nuevo frente a todos que somos la pareja perfecta? —le pregunté con sarcasmo pero lo único que hizo fue apretar la mandíbula. Se giró en dirección a la salida y me dijo que nos íbamos a las once. Me quedé mirando su espalda y no pude evitar reírme de mí misma. 

—Cómo me gustaría que siempre haya una fiesta para que me trate bien —susurré con amargura antes de subir a mi habitación. 

A las once de la noche en punto, bajé las escaleras dentro de un elegante vestido dorado con la espalda al aire. Cuando me fijé en mi esposo, no pude evitar estremecerme ante la intensidad de su mirada. Si no lo conociera, diría que estaba encandilado con mi presencia. Aclaré mi garganta cuando no recibí respuesta de él, haciendo que un silencio incómodo se extienda entre nosotros. 

—Vamos —le dije comenzando a caminar en dirección a la salida, pero su brazo me detuvo. Lo miré con sorpresa, sin poder descifrar lo que estaba pasando por su mente cuando me acomodó unos mechones de cabello detrás de la oreja. A pesar de mi fría reacción, él se inclinó y comenzó a acercarse hasta que pude sentir su respiración sobre mis labios. No pude evitar emocionarme por su cercanía. 

¿Qué estaba haciendo? Me quedé esperando sin aliento con los ojos cerrados, pero al sentir algo frío tocar mi piel, los volví a abrir con el ceño fruncido. Un nuevo collar de diamantes descansaba sobre mi cuello, llevé mis dedos hacia él y los diamantes se sintieron increíblemente pesados en mi piel. 

—¿Qué es esto? —le pregunté. 

—¿No sabes lo que es un collar? —me devolvió la pregunta con sorna, volviéndose a distanciarse de mí. Regresé a la realidad de golpe, y puse los ojos en blanco ante su tono sarcástico. 

—Gracias —respondí secamente, sin dejarle ver que, aunque no lo hubiera hecho con buenas intenciones, este collar significaba mucho para mí porque era el primer regalo que me hacía. Lo usual era que me depositara una mensualidad y se desatendiera por completo. 

—No sonrías porque esto no es un regalo. Solo quiero que los demás piensen que te trato bien como mi esposa —me gruñó—. Vámonos. 

Por segunda vez en ese día, me quedé mirando su espalda con amargura. Me reí de mi inocencia, mientras me limpiaba rápidamente las lágrimas que amenazaban con salir. 

—Eres una tonta, Jazzie, ¿qué más podrías esperar de tu despiadado esposo? —susurré con las manos en las mejillas. Respiré profundamente y recobré la compostura. 

—No te alejes de mí cuando estemos en la fiesta —me advirtió Valjerome, rompiendo el silencio que había caído sobre nosotros en el auto.

—Está bien —respondí sin voltear a verlo, entretenida con el exterior de la carretera. 

La verdad es que estaba muy cansada después de haber pasado la noche en el suelo, pero no podía fallarles a sus padres, no después de todo lo que habían hecho por mí. Me recogieron cuando mis padres murieron en un accidente de tráfico y desde entonces me habían tratado como si fuera su propia hija. Sabía que el negocio que tenían no era el ideal, puesto que pertenecían a la mafia, pero eran la única familia que conocía. ¿Cómo podría condenar a los que me salvaron y dieron esperanza en esta vida? 

Llegamos a la recepción y el auto nos dejó al costado de las escaleras. Ambos nos colocamos nuestras máscaras que solo cubrían la mitad de nuestros rostros y entramos con él rodeando posesivamente mi cintura. Todos voltearon a vernos sin excepción mientras nos hacíamos paso, aunque sentí que el que realmente resalta era mi esposo, no yo. En eso, una pareja de adultos mayores aparecieron frente a nosotros con grandes sonrisas. 

—¡Hija, que felicidad que hayan podido venir! —me saludó la mamá de Valjerome mientras me besaba en la mejilla, ignorando completamente a su hijo. 

—¡Feliz aniversario, mamá! —le dije, devolviéndole el saludo. 

—Gracias, hijita. Pero, mírate, qué bella que estás —exclamó ella mientras me daba una vuelta con la mano—. Los hombres no podrán dejar de mirarte esta noche. 

—Dyrhaia, qué haces molestándolos, diles que se sienten primero para que podamos comer —le reprendió cariñosamente el papá de Valjerome mientras me señalaba con la mano para que tomara asiento a su costado. Le ofrecí una sonrisa mientras asentía con la cabeza. 

—¿Por qué tardaron tanto? Pensé que no llegarían —nos preguntó Dyrhaia con preocupación. Valjerome se volteó a verme con una sonrisa hipócrita. 

—Lo siento, mamá, es que quería dejar descansar a Jazzie un poquito más —respondió mientras me daba un beso en la mejilla y me apretaba la cintura para advertirme de que le siguiera el juego—. Trabajó bastante ayer y no pudo dormir muy bien. 

Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no hacer ninguna mueca que lo delatara frente a sus padres. 

—Además, no nos perdimos de mucho, solo del discurso, ¿no? 

Cada vez que veía este lado de mi esposo, no podía evitar pensar en lo increíblemente guapo que se veía y lo buen actor que era. 

—Bueno, ya, no se preocupen —dijo el padre de Valjerome—. Mejor comencemos con la comida, ¿sí? 

Todos agarramos los cubiertos y comenzamos a disfrutar de la velada, entre conversación y conversación sobre nuestras vidas, pronto llegamos al postre. 

—Y, díganme, hijos, ¿cuándo nos darán un nieto? —preguntó inocentemente el señor lo que ocasionó que me atragantara con el bocadillo que estaba comiendo. Valjerome reaccionó rápidamente y me acercó un vaso de agua al mismo tiempo que me acarició la espalda. 

—¿Estás bien, hijita? —me preguntó con preocupación Dyrhaia y tosiendo le respondí que sí—. Dios, Civor, no los asustes así. 

—¿Sorprenderlos? Han estado casados por tres años, amor, ya es tiempo de que piensen en tener hijos —se defendió el señor al mismo tiempo que me le quedé mirando con las mejillas sonrojadas. Val se quedó inusualmente callado a mi costado. 

—Estamos intentando.

Todos volteamos a verlo con los ojos abiertos de par en par. ¿De qué estaba hablando? A pesar de la mirada que le estaba mandando, Valjerome me ignoró y procedió a besarme con pasión. Como soy débil, me derretí rápidamente en sus brazos y le respondí de la misma manera. 

—Estoy seguro que podremos anunciar un embarazo el próximo mes —dijo Valjerome después de terminar el beso como si nada y dejarme en las nubes. Después de semejante anuncio, procedió a terminar su postre con tranquilidad. Yo me quedé flipando. 

¡Esto debía ser una broma! 

上一章
下一章
打开APP阅读更多免费章节 >>