Desde el punto de vista de Mia.
"Mia, ya deja de holgazanear, ¿acaso quieres que te castigue?", preguntó furiosamente Margret, la jefa omega de nuestra manada.
"No, para nada. Lo siento mucho, señora", murmuré delicadamente y, continué mi trabajo limpiando con total cuidado todo el piso de la empacadora.
A decir verdad, no tenía la intención de holgazanear y, mucho menos, de actuar como toda una perezosa; es solo que, en ese momento, mi mente estaba tan desconcentrada y no dejaba de pensar en el próximo evento. En realidad, yo no quería asistir a la reunión que se realizaría; después de todo, aparte de odiar el hecho de que los omegas debían vestirse bien, también me molestaba el tener que hacer lo posible para complacer incansablemente a los alfas.
"Vamos, apresúrense, agreguen más presión a sus manos. Todo debe quedar impecable", ordenó la jefa omega y, tras decir ello, salió con total firmeza del lugar.
En realidad, para mí, algunos de mis principales temores era el ser rechazado por mi pareja o, lo que es peor, recibir mi primer celo sin siquiera encontrarlo; ya que, la mayoría de las omegas de nuestra manada, fueron rechazadas por sus parejas por el simple temor de tener que enfrentarse al alfa si terminaban eligiendo a la misma omega.
Además, las omegas que entraban en celo antes de encontrar a sus parejas, terminaban siendo entregadas como medio de recompensa o liberación a los altos mandos; no obstante, como toda esa situación se ponía mucho más complicada y horrible, la mayoría de las omegas terminaban embarazadas.
De hecho, si la persona que las había embarazado era lo suficiente amable, podía permitir que la omega se quedara con el cachorro; sin embargo, si de plano no tenía corazón, él podía lograr que la omega fuera expulsada de la manada y, sobre todo, hacer que aborte a la fuerza.
A decir verdad, yo sabía perfectamente que, tras el aborto o el exilio, muchos de las omegas terminaron enloqueciendo complemente y, hasta traumados por lo que vivieron; por ello, yo no quería que eso me pasara a mí.
"Trabaja... trabaja... concéntrate en tu trabajo y no piense más en eso. Sí, eso es, debo dejar de pensar en ello", murmuré para mí misma; aunque, no pude evitar sentirme un poco inquieta, cuando tuve el presentimiento de que alguien me estaba mirando fijamente.
De hecho, durante los últimos dos años, yo había sentido que más de una persona me observaba desde lejos; pero, no había descubierto absolutamente a nadie y, como en ese momento tampoco vi nada alrededor, simplemente gemí molesta y, continué limpiando el piso.
En realidad, no puedo negar que, al principio solo sentí que era una persona la que me observaba; pero, conforme el paso del tiempo, ese sentimiento se transformó en dos. La verdad es que, al sentir ello, intenté e hice lo mejor que pude para inhalar el olor de esa persona; pero, por más que traté, no pude captar ni uno solo e, incluso me pareció que su olor estaba perfectamente enmascarado.
En realidad, parecía que me estaba volviendo un poco loca, pues no solo no veía a nadie a mi alrededor; sino que también, porque solo sentía ese sentimiento cuando no había gente cerca de mí.
De hecho, era normal que los betas, los deltas y los guerreros se fijaran en la hermosas omegas y empezaran a espiarlas para saber de ellas; sin embargo, yo no era hermosa o, al menos, así era como me consideraba.
Al no encontrar sentido a eso, dejé de pensar en esas cosas y, empecé a tararear mi canción favorita para seguir con mi trabajo; de hecho, no debía haber ningún problema para cumplir con nuestros trabajos, pues cada omega ya sabía su deber y el papel que debían cumplir.
En realidad, mi trabajo principal era limpiar los pisos de la empaquetadora todas las mañanas; puesto que, las habitaciones de los altos mandos estaban fuera de mi alcance y, además, solo permitían ingresar a una persona mayor que ya había experimentado su celo.
No obstante, tras terminar con mi trabajo, se suponía que debía ayudar con el lavado a los alrededores y, solo si tenía suerte después de acabar, podía comer algo; pero, si definitivamente mi suerte era tan mala, tal vez ni siquiera encontraba nada que comer.
"¡Mia! ¡Mia! ¡No estás emocionada!", entró gritando Megan con total entusiasmo y, provocando que me sobresaltara un poco; es más, sin poder evitarlo, le grité muy furiosa: "¡Meg!".
"¡Ups! Lo siento, ¿te asusté?", me preguntó Meg de manera sarcástica y, con una amplia sonrisa en el rostro.
"Sí, lo hiciste", respondí con total firmeza; sin embargo, al sentir que la extraña mirada sobre mí se detuvo, giré rápidamente para intentar notar algo.
"Bueno, en serio, lo siento", volvió a disculparse Meg; pero, esta vez, se sintió más su arrepentimiento.
"Ya no hay problema, está bien. Oye, cuando ingresaste aquí, ¿no tuviste la sensación de que alguien te estaba mirando?", le pregunté con gran curiosidad e inquietud.
Después de que le pregunté eso, Meg miró fijamente a su alrededor, se arrodilló a mi lado y, me susurró: "Sí... lo sentí".
"¿En serio? ¿De verdad?", pregunté con gran inquietud, pues finalmente alguien había sentido lo mismo que yo.
"Sí, claro, y también se quién fue", me respondió Meg en un susurro; así que, sin dudar ni un solo segundo, dejé rápidamente de fregar y, me acerqué a ella.
"¿Quién?", pregunté rápidamente y, con gran curiosidad por escuchar su respuesta; sin embargo, jugándose nuevamente, Meg simplemente respondió: "Mi miedo y mi conciencia".
De hecho, me enojó tanto su respuesta que, no pude evitar verla furiosamente mientras ella se reía a carcajadas; es más, sin dudarlo, le susurré llena de ira: "Psicópata".
"Mía, por favor, ya deberías acostumbrarte a ese sentimiento. Mira, en primer lugar, esta es una manada llena de machos dominantes; en segundo lugar, eres una omega muy hermosa que atrae fácilmente la atención de todos y, por último, tú...", me empezó a explicar Meg con total firmeza.
No obstante, yo estaba tan aturdida y confundida por la situación que, la interrumpí inmediatamente y, le dije: "Bueno, ya, es suficiente".
"Pero, ¿qué?", exclamó Meg un poco confundida; no obstante, con la mirada imponente en ella, le respondí con seriedad: "Ya has dejado en claro tu punto".
"Mia, ¿cuándo te aceptarás tal y como eres? La verdad es que, creo que el día que te aceptes como una verdadera omega, ese día llegarás a amarte a ti misma y, sobre todo, comprenderás que has sido muy bendecida para nacer tan hermosa", me dijo Meg, quien luego se levantó apresuradamente.
"Meg, yo no soy como tú. De hecho, tú ya tuviste tu primer celo y ahora te sientes más libre; incluso, aunque todavía no hayas conocido a tu pareja, tuviste suerte de que el hombre que te cuidara no fuera otro que Christopher", respondí con total firmeza.
En realidad, debido a que Christopher era la mano derecha de los gemelos, todos en nuestra manada sabíamos quién era él; no obstante, aunque era muy parecido a ellos, también era completamente diferente. De hecho, él era muy bueno en el combate cuerpo a cuerpo, su lobo era uno de los más grandes y el más fuerte de la manada; es más, cuando hablaba con total seriedad, se volvía tan aterrador y, mataba y torturaba a todos los que faltaran el respeto.
Sin embargo, cuando se trataba de mujeres, aquel hombre parecía otra persona, era amable, amistoso, comprensivo y, a pesar de que muchas mujeres quisieron estar con él, Christopher finalmente tomó la decisión de con quién pasar la noche; incluso, aunque no entendía exactamente el por qué, él prefería y se sentía mucho más atraído por las mujeres que tenían baja autoestima y poca confianza.
A decir verdad, antes de su primer celo, Meg siempre se apartaba de todos, rara vez me hablaba y, por lo general, lloraba cuando la molestaban; es más, estaba tan triste y desconsolada que, cuando tuvo su primer celo, ella trató de suicidarse.
En realidad, se suponía que ese día Meg debía estar con uno de los guerreros líderes, pero Christopher intervino rápidamente y la reclamó para pasar la noche con ella; así que, como él era de sangre beta, nadie se atrevió a oponerse a él y, terminaron por aceptar su pedido.
Al día siguiente, Meg salió con una versión diferente a ella, estaba realmente muy feliz y, más segura de lo que yo podría sentirme; no obstante, como no quería preguntarle qué había pasado durante su celo, simplemente me quedé callada y, sin la intención de volver a mencionar ello.
"Bueno, ¿qué puedo decir? La verdad es que, tuve mucha suerte", respondió Meg muy segura; mientras que, yo solo me puse de pie y, me reí suavemente.
"Claro, tuviste suerte", respondí con delicadeza y, me agaché ligeramente para tomar el balde de agua y la fregona; sin embargo, cuando regresé la mirada hacia arriba, noté que Meg estaba haciendo una educada reverencia.
"Vaya, deja de hacerte la loca", exclamé sarcásticamente, mientras me reía a carcajadas y le tiraba el trapeador que tenía en mi mano; es más, sin dudar ni un segundo más, me giré inmediatamente y, choqué contra el pecho de alguien frente a mí.
En ese momento, mi corazón se aceleró instantáneamente y, mi miedo creció tanto que, ni siquiera podía levantar la mirada para saber de quién se trataba; sin embargo, tenía muy en claro que, aquella persona debía de ser un alto mando, pues Meg le hizo reverencia para mostrar su respeto y sumisión.
"La próxima vez, tenga más cuidado y miré por dónde va, bella dama", escuché la voz de Christopher frente a mí; así que, miré inmediatamente hacia arriba y, finalmente pude respirar aliviada cuando lo vi sonreír.
De hecho, no podía negar que se veía realmente guapo y amable; así que, con una ligera y agradable sonrisa en mi rostro, le respondí: "Lo siento, señor, no volverá a pasar".
Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció instantáneamente cuando vi a los gemelos bajar las escaleras; es más, muy nerviosa por aquel encuentro, simplemente añadí con ligereza: "Hasta luego, señor".
Después de decir eso, giré rápidamente y, me alejé apresuradamente de aquellas personas; mientras que, al verme salir, Meg también corrió detrás de mí.
Cuando finalmente estuvimos un poco lejos de ellos, Meg me preguntó rápidamente y, de manera sarcástica: "Por favor, Mia, 'hasta luego señor', ¿quién le dice eso a un alto mando?".
"Bueno, me asusté cuando vi que los gemelos se acercaban; no pude evitar entrar en pánico", le respondí con total honestidad; pues, tenía mucho miedo por aquel encuentro.
"¿Por qué? No te harían nada a menos que hagas algo malo, ¿no crees? De todos modos, ¿viste cómo se veían?", me preguntó Meg con gran curiosidad.
"No, ni siquiera quería tener la intención de verlos. Meg, nuestra regla es nunca mirar a los ojos a los altos mandos; pero, hoy la rompí cuando miré a Christopher. Por suerte, no miré por mucho tiempo a los gemelos; así que, espero no meterme en problemas", le respondí con honestidad y, muy nerviosa por la situación.
"Sí, tienes razón, yo también espero eso", dijo Meg, quien luego caminó hacia mi lado para finalmente dirigirnos a nuestras habitaciones.
De hecho, en ese momento, no pude evitar suspirar nerviosamente y, rezar para que los gemelos alfa no me hicieran nada; pues, en definitiva, yo no quería tener nada que ver con ellos.