Selene
Sigo corriendo hasta que los músculos de mis piernas me arden y llego a uno de los muchos parques naturales que hay dentro de Elysium. El bosque se extiende frente a mí, sé que no es la mejor opción, pero estoy segura de que al menos no habrá gente aquí. Me adentro en el terreno, recibiendo cortes en mi piel expuesta, no puedo escuchar los aullidos de los lobos, pero no me detengo. Me pierdo hasta que no puedo escuchar nada.
La oscuridad es completa, el silencio es total, y en parte me ofrecen cierta tranquilidad después del bullicio de la ciudad. Elijo uno de los árboles más altos para pasar la noche. Mis manos están llenas de heridas mientras trepo la dura corteza, pero no me importa. Me acurruco como puedo contra la madera mientras el cansancio se apodera de mí. Tengo que hacer planes para el día de mañana, pero mis ojos comienzan a cerrarse lentamente, sin darme cuenta, pierdo el conocimiento.
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Siempre pensé que no encajaba en la manada, ser una loba Volana había sido suficiente castigo. Habíamos sido las única con ese tipo de sangre en Elysium, pero a los niños no les había importado que fuera heredera de un linaje raro, solo les había interesado que era diferente. Cuando había tenido cinco años, alguien me había correteado hasta llegar a las montañas rocosas afuera de la ciudad. Pensé que podía encontrar mi camino de vuelta a casa por mi cuenta, pero el lugar había sido un laberinto y había estado caminando por dos días antes de que Bastien me encontrara.
En ese entonces era un adolescente, pero siempre había sido alguien que inspiraba respeto. Nunca está asegurado que el hijo de un alfa sea el siguiente al comando porque nunca sabes cuándo vendrá otro lobo que sea más fuerte. Sin embargo, en el caso de Bastien, todos estábamos seguros de que sería el próximo Alfa porque no había nadie más inteligente o fuerte que pudiera competir.
Hace años fue mi salvador, pero no puedo confiar en él después de lo que Garrick me hizo. El que creía era mi padre me había tratado muy bien durante diez años de mi vida antes de mostrarme su verdadera naturaleza. No podía volver a cometer el mismo error.
—¿Puedes bajar, lobezna? —me preguntó haciéndome temblar de miedo con su profunda voz, pero me aferro a la rama con todas mis fuerzas y niego con la cabeza.
—Vete —suelto suavemente, mi voz casi un susurro, pero sé que puede escucharme claramente.
—No puedo hacer eso, está herida —me responde con una suave sonrisa.
—Son solo rasguños, me hizo esto subiendo —digo para explicarle que no es nada grave.
—¿Por qué subiste? —dice con las cejas levantadas porque sabe que estoy mintiendo.
—Tenía miedo de la tormenta —digo, tratando de seguir fiel a mi historia, se me hace tan raro estar hablando con otra persona después de años en soledad. Justo un relámpago cae, haciendo que recuerde a Garrick abalanzándose sobre mí, y me estremezco en mi lugar.
—Si bajas, te puedo llevar a un lugar en donde estarás segura y caliente.
—Estoy bien aquí —insisto, pensando en la celda donde me había tenido Garrick. No volvería a estar encerrada nunca en mi vida. Bastien se me queda mirando calculadoramente, así que escondo mi rostro de su vista.
—Bueno, si no quieres bajar, subiré para hacerte compañía.
—¡No! —grito mientras mi corazón comienza a latir con fuerza. Necesito alejarme de él, necesito un mejor lugar donde esconderme. Comienzo a examinar los árboles a mi alrededor y considerar si son lo suficientemente fuertes para soportar mi peso si saltara sobre ellos.
—Ni siquiera lo pienses —suelta con voz llena de autoridad: una orden directa del Alfa. No puedo hacer nada en contra, así que dejo escapar un quejido mientras abrazo más fuerte el tronco del árbol, sin moverme.
—No tienes que temerme. Dime tu nombre.
No sé por qué, pero me duele que no recuerde quién soy. Ese día había marcado mi vida, pero parecía que no había sido nada importante para él.
—Mi nombre no importa.
—Estoy empezando a perder la paciencia —dice con un suspiro—. Bajas en este momento o subiré.
Escondo mi rostro contra la dura corteza mientras lágrimas caen por mis mejillas. No puede ser que quieran encerrarme cuando recién acabo de liberarme de ese infierno. Al ver que no bajaría, Bastien comienza a subir ágilmente hasta que lo tengo frente a mí. Cada músculo de mi cuerpo se tensa esperando por el ataque cuando sus brazos me envuelven en un suave abrazo.
—Todo está bien —susurra con cariño mientras me apoya contra su cuerpo. No puedo explicar lo que sucede, pero sus palabras me hicieron sentir más calmada por alguna razón. Asegurándose de que me tiene bien sujetada, Bastien salta hacia el suelo.
Mis instintos me están diciendo que intente escapar de nuevo, pero mi cuerpo ha dejado de hacerme caso. Mis párpados me pesan y solo quiero dormir entre los fuertes brazos que me rodean. Bastien se da cuenta de esto y me cubre con su abrigo.
—Duerme, lobezna. Estás a salvo.
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Me levanto súbitamente en una cama que no reconozco. Me toma un segundo darme cuenta de que cada parte de mi cuerpo grita de dolor. Uno de mis ojos está tan hinchado que no puedo ver nada por él mientras trato de resguardar al otro de la intensidad de la luz. La habitación está decorada en colores neutros, pero la iluminación es demasiado brillante.
La bata que me han puesto encima se siente como si fuera lija sobre mi sensible piel. Ya no recuerdo la última vez que use algo así. Alguien me limpió el cabello y trató mis heridas mientras estaba inconsciente. Escucho voces detrás de la puerta a mi izquierda y se me erizan los vellos detrás la nuca. Me levanto lo más lentamente posible de la cama para acercarme a la puerta en donde poso mi oreja sobre la madera.
—Selene Moreau —dice alguien—. Se supone que estaba muerta.
—Obviamente ese no es el caso —le responde otra persona—. ¿Ya encontraron a Garrick?
—Aiden está liderando la búsqueda, le he dejado en claro que tiene que avisarnos cuando encuentren su esencia —gruñe Bastien—. No entiendo cómo no lo sabíamos.
—Garrick fue bastante persuasivo —responde la primera persona—. Nadie hubiera esperado esto de él.
—Pues se ve mal de nuestra parte —dice la segunda persona con seriedad—. Debimos hacer más preguntas, los lobos Volana no son fáciles de matar, que desaparecieran ambas al mismo tiempo debió haber sido una señal.
—No podíamos haberlo sabido —replica de nuevo la primera persona.
—Deberíamos haberlo intuido —dice el que asumo es el Alfa porque nadie más que Bastien podría hablarle de esa forma—. En su lugar dejamos que una niña sufriera por más de una década.
Mientras trataba de entender lo que significa esta conversación, no note que alguien se estaba acercando. La manija de la puerta se movió y súbitamente unos ojos plateados aparecieron frente a mí.
—¿No sabes que es de mala educación conversaciones ajenas, lobezna? —suelta con diversión Bastien.