Intempestivamente, un ruido sordo, como si una masa pesada se desplomara, aterrizó detrás de mí produciendo un terrible estruendo. Al mismo tiempo, mi teléfono se me cayó de la mano y repiqueteó sobre el suelo. "Lo siento mucho", dijo un chico avergonzado.
Entonces yo lo levanté. Él era un muchacho alto y desgarbado que parecía un esqueleto con grandes anteojos que le tapaban la cara. Estaba temblando como gelatina y sentí pena por él.
"De verdad lo siento", repitió en un murmullo. "Esos tipos son unos idiotas". Al decirlo, volteó hacia arriba para señalar a la manada de chacales que reían a carcajadas recargados en la barandilla del segundo piso. No dejaban de mirarlo y gritaban una serie de tonterías hacia nosotros.
¿Lo tiraron desde esa altura? ¡Imbéciles! Levanté la vista y los miré agitando los puños. Sin embargo, ellos solo se rieron con más ganas. Regresé mi atención hacia el chico para ayudarlo a acomodarse la ropa y sacudir su espalda que se le había ensuciado. "Oye, ¿estás bien?", pregunté, solo para asegurarme.
Entonces él se ajustó los lentes, murmuró un débil sí y salió corriendo.
A continuación, yo me incliné para recoger mi teléfono del suelo y lo metí en el bolsillo izquierdo de mis ajustados jeans, para después poner un pie en el primer peldaño de la escalera automática. Cuando levanté la vista, mis ojos se encontraron con los de un atractivo chico que los tenía de un verde penetrante. Era impresionante su cabello negro azabache, que enmarcaba su rostro perfectamente esculpido.
Mi corazón se detuvo por un instante al mismo tiempo que me faltó la respiración, ya que no pude inhalar suficiente aire y me mareé un poco. Con una encantadora sonrisa en su rostro, él desvió su atención a la linda chica que tenía al lado y le pasó el brazo por los hombros. En ese momento, me invadió una oleada de decepción.
No me di cuenta de que lo estaba mirando boquiabierta, hasta que uno de sus amigos se le acercó y le susurró algo al oído mientras me señalaba. En ese momento, alguien me empujó por la espalda lanzándome hacia el frente. Con un gruñido, me di la vuelta para enfrentar a la perra que se atrevía a atacarme, pero solo era mi amiga Gia, quien parada a mis espaldas me sonreía.
"Tienes suerte de que mis reflejos sean tan rápidos como un rayo o te habría estrangulado", siseé, bajando el puño. "¿Tu mamá nunca te dijo que no jugaras en las escaleras mecánicas?".
Ella volteó sus ojos en blanco y me lanzó una trompetilla. "¡Guau!, ¿qué pasa con esa actitud?". Luego enderezó su postura y se arregló rápidamente la ropa. "¡Dios mío, perra, arréglate esa carita a la moda!".
Su rápido cambio de humor fue como si me hubiera dado un latigazo. "¿¡Qué!?".
"El próximo Alfa está bajando por las escaleras automáticas en este momento, babosa", susurró en mi oído con los dientes apretados, mientras oprimía mi mano como si quisiera aplastarme los huesos.
La cuestión es que nunca me he encontrado con nuestro Alfa o nuestra Luna, ni con sus hijos en persona. Esa sería mi primera oportunidad de conocer a alguno de ellos. Toda mi vida, al menos hasta ese momento, consistía en ir a la escuela y regresar a casa. Mis padres no eran del tipo de obligarme a unirme a las actividades de la manada o asociarme con otros lobos si yo no quería.
"Muéstrale tu respeto una vez que esté a corta distancia". A Gia le importaba mucho el protocolo de la manada, mientras que a mí no y, mientras ella tenía la más brillante de sus sonrisas, yo me mordía el labio inferior. Fingí apartar la mirada mientras tamborileaba con los dedos sobre el pasamanos, deseando que la maldita escalera subiera más rápidamente.
“¡Matteo!”, exclamó mi mejor amiga con una voz cantarina, al tiempo que me enterraba las uñas en el brazo.
Yo me arriesgué a voltear en su dirección y me sorprendí al ver a uno de sus amigos sonriéndome. Esos penetrantes ojos verdes se encontraron con los míos de nuevo, pero esta vez me devolvieron la mirada. Parecía como si quisiera decir algo, pero no lo hizo; solo me miró fijamente.
Cualquier otra chica habría disfrutado del momento desmayándose al observar su buena apariencia. O tendría que abanicarse para quitarse el calor al ver a ese chico tan sexy. En cambio, yo solo podía pensar en tocar su rostro y delinear su mandíbula con la punta de mis dedos.
Sin embargo, solo yo podría arruinar ese momento para los dos, pues sostuve su mirada durante demasiado tiempo y, de repente, desvié los ojos con furia. Quería demostrarle que su presencia no me inquietaba en lo absoluto, a pesar de que mi cuerpo estaba a punto de caer para derretirse sobre el suelo.
Rápidamente, su grupo pasó junto a nosotras. Un instante después los escuché a todos gritando y aullando como locos. Algunos de ellos nos silbaron, lo que llamó la atención de toda la gente, así como la de los chicos que prácticamente vivían en ese centro comercial, quienes al oír el escándalo corrieron hacia la barandilla para ver qué estaba pasando en la escalera. Yo me quería morir.
Le eché un último vistazo antes de que él diera un salto para bajar de la escalera mecánica y me encontré con su guiño y esos malditos hoyuelos que enmarcaban una espléndida sonrisa mientras me observaba. Apresuradamente, yo me di la vuelta antes de que pudiera ver cómo me sonrojaba y parecía un rábano. ¡Ay, soy tan boba!
"¡Tú, la ñoña del listón azul!", dijo Gia golpeándome en la nuca, mientras pellizcaba mis mejillas ardientes.
"¿Qué demonios quieres?", estallé apartando sus manos de un golpe para evitar que siguiera apretándome la cara.
“¿Por qué tuviste que comportarte como una reverenda idiota? Ahora pensarán que somos unas perdedoras”.
Entonces puse los ojos en blanco. "¡Ah, cierto! Seguramente nos tenían registradas en su radar desde mucho antes". La agarré del brazo y la arrastré hacia las tiendas, porque tenía que comprarme un vestido para usarlo en la cena familiar del día siguiente, cuando por fin cumpliría dieciocho años.
No podía esperar a que mi loba, Alera, alcanzara la madurez y finalmente recibiera todas sus habilidades. Había cambiado a los dieciséis años, lo cual era casi inaudito, pero todavía era incapaz de sentir a nuestra pareja o comunicarme completamente con mi loba. Todo lo demás estaba justo a tiempo.
Gia seguía parloteando. "Deberías verlo a él y a sus amigos cuando están sin camisa. ¡Ah! Recuerdo que lavaron autos para recaudar fondos para el equipo de fútbol la primavera pasada y yo… Mmm, digamos que lavaron mi auto a fondo ese fin de semana".
Hice una mueca mientras golpeaba el hombro de mi amiga. "¿Por qué tengo la sensación de que no estás hablando solo de tu auto?".
"Gia, ¿te estás comportando como una pervertida otra vez?", gritó una voz aguda detrás de nosotras.
"¡Hasta que llegaste! ¡Ah, Cora! Qué bien que ya estás aquí. Por favor, infúndele un poco de tu chispa a esta boba".
Ellas dos son mis mejores amigas, Gia y Cora, las únicas dos personas cercanas a mí. La primera es la hija de nuestro Delta, el señor Cavrillo, y la otra no es miembro de nuestra manada, sino de los Crimson. Su hermano es el Alfa y la envía a la preparatoria Boulevard, donde nos conocimos todas nosotras; ahora estamos en nuestro último año.
Boulevard es una escuela exclusiva para chicas y la única dirigida por el maldito Consejo. Somos conocidos como la Manada Piedra Lunar, cuartos en el ranking de poder en lo que respecta a los otros hombres lobo. Cora se quedaba con nosotros mientras está en la escuela, pero visitaba a su hermano durante el verano y las otras vacaciones escolares.
Gia seguía hablando sin parar sobre el próximo Alfa. "Lo juro, Matteo es un galán. No me importa quién sea su pareja, yo haré que la misión de mi vida sea coger con él". De repente, ella apoyó el dorso de su mano contra su frente como actriz melodramática. "¡Si tan solo hubiera chicos en nuestra escuela y él fuera el delegado! ¡Maldita sea! Lástima que no tenga nuestra edad. Pero... ¿Eso a quién le importa? ¿Qué son tres años?".
Cora frunció el ceño sacudiendo la cabeza, antes de taparle la boca a Gia con la mano y arrastrarla por la fuerza adentro de una tienda de ropa y accesorios. Yo las seguí, muriéndome de risa.
"Bueno, querida, odio reventar tu burbujita, pero tu galán no está aquí y estoy bastante segura de que no gastaría su dinero para comprarte ropa interior, así que cierra la boca", dijo Cora mientras comenzaba a revisar los estantes con coloridos sujetadores y sus correspondientes calzones, que hacían juego con ellos.
¡Ella era la reina de las remontadas!
Gia le dio un empujón. "¡Ah, Dios! No tenía idea de que la ropa interior había reemplazado a las flores como la mejor demostración de amor. ¿Jem ya te regaló unos calzones?".
"Todas las malditas semanas, cariño. ¿No has revisado los mensajes del chat?", respondió la otra sarcásticamente.
"¿Ustedes dos todavía mantienen su relación en secreto?", le pregunté a Cora y ella sonrió. Era dos meses mayor que nosotras y Gia era la más joven de las tres.
"Sí, no quiero que Dante se entere".
"¡Descarada!".
Sonriendo, me empujó a un lado mientras ella continuaba revisando la ropa interior colgada en los exhibidores. Después, visitamos todas las tiendas del centro comercial en busca del vestido perfecto para mi cumpleaños.
Al pensar en el futuro sentí ganas de vomitar de nervios y deseé poder permanecer toda la vida teniendo diecisiete años, así que traté de sacudir mis pensamientos sombríos y permitir que mis dos mejores amigas me animaran.
Es gracioso. Sé que debí estar pensando en mi pareja, ya que finalmente me sería revelada. ¡Solo faltaba un día! Lo sabría tan pronto como cumpliera dieciocho años, pero no quería obsesionarme con eso. No podía. Hasta entonces, yo había experimentado los días más felices de mi vida y encontrar pareja era un capítulo completamente diferente. Además, no estaba segura de estar preparada para ello.